miércoles, 24 de noviembre de 2010

I: Sueños en vigilia

ALEXIA



Nunca me han gustado las rutinas, hacen creer a la gente que tienen su vida controlada y programada para siempre, que un simple detalle fuera de lo común estropearía la perfección en la que creen vivir. Pero no es cierto, o no lo es a mi punto de vista. Las rutinas me destruyen por dentro con tanta monotonía. Gracias a ellas, mi vida parece más gris y no es sólo por el permanente día nublado que asola la ciudad, que incluso hace parecer grises a los transeúntes de las calles..
Mis días siempre son igual, ajenos a mi esmero de aparentar que siempre hay algo nuevo. Supongo que es casi como todos los de los demás adolescentes de diecisiete años. Instituto, casa, estudiar, dormir, todo con comidas intercaladas. ¿Verdad que es deprimente?
Esto pienso cada mañana en el largo camino que separa mi casa del instituto. Y cómo cada día a las ocho y veintidós, acabo de pensar y me fumo un cigarro hasta las ocho y treinta, que suena la molesta sirena anunciando el principio de las clases y luego unos diez minutos para recoger los libros de la taquilla y entrar en la clase correspondiente.  Todo perfectamente planeado. Y, aunque me jode reconocerlo, yo también soy una víctima rutinaria.
Tiré la colilla consumida al suelo y la pisé para apagarla. Me coloqué bien el bolso y entré, empujada por la marea de adolescentes rezagados, como yo.
Llegué a mi taquilla con todos mis miembros en su sitio, gracias a Dios. Cogí los libros de biología y matemáticas y me miré en el espejito que había pegado dentro de la puerta de la taquilla.
De nuevo me encontré con mi rostro somnoliento de cada mañana, intentado disimular con lápiz negro de ojos. Hacía tiempo que no dormía bien y eso estaba deformando mi cara más de lo acostumbrado.
-Buenos días- gritó una voz aguda en mi oído. Sí, cómo cada mañana, mi mejor amiga Liz me chillaba los “buenos días” en la oreja.
-Hola- respondí bostezando. Liz me miró de arriba abajo con el ceño fruncido y de manera rutinaria comentó:
-No me gusta tu ropa.
Siempre la misma frase. Estoy acostumbrada a que a nadie le guste mi ropa y menos teniendo en cuenta que tengo cara de Barbie y resulta chocante eso de la chaqueta de cuero negra y las botas con no sé cuántas habillas.
-Lo sé- contesté sonriendo.
-Lo siento, ¿vale?- me agarró del brazo- Es que eres muy guapa como para vestirte así. ¿Quién lleva hoy en día camisetas de Rage Against The Machine?
-Yo- comenté ladeando la cabeza y acariciando mi camiseta, diciéndome a mi misma que no estaba tan pasado de moda.
Liz bufó con pesadez. Entramos en clase de biología y nos sentamos juntas. Desde siempre ha sido mi mejor amiga. Supongo que es porque nos complementamos la una a la otra.
La señorita Carter penetró en la clase, acallando a los alumnos con su imponente presencia. Verla aparecer por la puerta es como experimentar la sensación de masoquismo que sientes en la butaca del cine apunto de ver una película de miedo.
-Página cien- ordenó con su voz de sargento. Acto seguido, treinta libros se abrieron de forma automática.
Notaba como se me cerraban los ojos y daba cabezadas mientras la maestra explicaba la reproducción en las plantas por tercera vez, por si no nos había quedado claro.
El horrible crepitar del fuego en acción me puso en tensión. Busqué la procedencia del sonido, por si el edificio se estaba quemando pero, a pesar de la nitidez con la que lo oía, no vi nada y nadie parecía darse cuenta.
Lo dejé pasar, por si era producto de mi mente agotada tras las noches de insomnio, pero seguía oyéndolo con fuerza.
Un destello anaranjado captó mi atención. La llama fue tornándose más insistente, atravesando la puerta cerrada y alojándose en los recovecos de la clase. ¿Por qué nadie se movía?
El fuego no cesó y, dividiéndose en lenguas, se extendió por toda la sala. Yo era incapaz de moverme. Sentía el calor pero parecía que mi cuerpo estuviera anestesiado.
Las llamas llegaban a mis compañeros que, al parecer, no lo veían. La señorita Carter había empezado a arder y el terrible sonido de la carne despegándose de los huesos asedió mis oídos. Todo estaba quemándose y las paredes mostraban signos de querer derrumbarse.
De pronto, sentí el fuego atrapándome, cortándome la respiración. Jadeé, en busca de aire puro. Al no encontrarlo, el pánico me invadió por completo y grité.
Cerré los ojos, deseando que todo pasara con rapidez. Alguien me zarandeó.
Me desperté sobresaltada. Todos me miraban con expresión confusa y preocupada. La clase estaba como siempre y ya no oía el crepitar de las llamas ni el calor. Respiré una honda bocanada de aire puro, sin humo.
-¿Estás bien?- preguntó Liz, con la mano en mi hombro.
-Sí, lo siento- dije avergonzada. Me había dormido en clase, pero todo había sido demasiado real.
-Sentimos haberla despertado, señorita Jamieson- replicó la sargento. Se oyeron un par de risas- La próxima vez intente gritar más bajo.
-Sí, señorita Carter- bajé la cabeza y metí la nariz dentro del libro, intentando disimular que estaba bien.

Las siguientes clases pasaron con normalidad. Yo con el mismo sueño, pero sin imaginarme que íbamos a morir todos achicharrados.
Me sentía más cansada de lo habitual y, alegando dolor de cabeza a la secretaria, recogí mis cosas a la hora del almuerzo y salí del instituto hacia mi casa.
Había llovido y el aire frío se mezclaba con el olor a tierra mojada, que hizo que mi mente se despejara un poco.
Llegué a casa y abrí la puerta con cuidado, deseando que mi madre no estuviera en casa, no tenía ganas de darle explicaciones a nadie. Tiré el bolso de cualquier manera sobre la mesa de la cocina y saqué un cigarrillo y un mechero.
Lo encendí y le di una calada, que solté con lentitud, disfrutando del sabor a nicotina y de la columna cambiante que formaba el humo.
Dirigí mi atención hacia la nevera, cuya puerta contenía un post-it que esta mañana no había visto.
Me acerqué y lo cogí. Era de mi madre, diciendo que estaría fuera unos días. Guay, así no tendría que soportarla.
Tiré la ceniza en un viejo cenicero de cristal y di otra calada. Seguía pensando en el sueño de antes. No me extrañaría que me estuviese volviendo loca, pero como sé que la camisa de fuerza no me quedaría bien, aparté el pensamiento y sonreí ante mi desbordante imaginación.
Tenía mucho sueño, estaba allí por eso, así que apagué lo que quedaba de cigarro y subí a dormir un poco mientras fuera había empezado a llover.

3 comentarios:

  1. ¿Sinceramente?, me gusta y mucho, me gusta la chica protagonista, pense que sería la típica tonta pero ha resultado lo contrio, el capítulo me encanta.

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  2. hola hola hola!!! tu fan esta aqui xD sigo todas tus historias!!!
    aunque ultimamente me pasare menos por que e conseguido una beca, y no podre pasarme mucho por aqui. pero como sabes, te seguire leyendo =D!!!
    un abrazo!!
    me encanta tu imaginacion =O!!!

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  3. olaaa wapaa m encanta tu nueva historiaa, estoy deseandoo leer el siguient capi hasber q pasa xDD avisa pliss wapa

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